Para mi ella tenía que ser de esas mujeres que pueden hablar con Dios, sin intermediarios. Esa era la única explicación. No entendía cómo podía fumar, sentarse en “La Barra del Grillo”, entre los hombres, mazo de cartas en las manos, reír con una carcajada que parecía convertir el viento en cubitos de azúcar que se pulverizaban contra las paredes, beber aguardiente con esa elegancia que se multiplicaba por sus incontables pulseras en ambas manos, las que iban salpicando el viaje del copo a la boca, por tintineos de caracoles.
Al estudiar medicina, se que uno a los 8 años no puede tener subidas de testosterona, biológicamente, imposible, pero a mi se me subía la bilirrubina al verla. Y, no era amor de niño, hoy se que era admiración, es mi “Simone de Beauvoir tropical”, por cómo disfrutaba la vida en esos años que las buenas mujeres no podían fumar en la calle y, menos, entre los hombres, ni andar solteras. Nunca la vi en misa de Domingo, más escuché al cura de turno darle una sermoneada, sin decir nombres, pero si yo, que era niño, deducía que el regaño y el posible infierno era para ella, que no pensarían los adultos.
Y la mujer feliz de la vida con sus faldones coloridos que mostraban unas buenas caderas y una cintura de “bailaora” de Flamenco, viviendo sin el María “De…” , leyendo cartas. Disfrutando el respeto de los hombres por que no era una cualquiera, la admiración silenciosa de algunas mujeres y la envidia de las asolapadas.
Si las amenazas del sacerdote no se cumplían, la única explicación: ella podía ser de esas, de las cuales escuché hablar en una vieja canción, donde le cantaban a una mujer: si puedes tu con Dios hablar.
Ana Barbosa me dijo que ella era española, de la isla de Mayorca, pero Juan Revelo, buen apellido para develar cosas, me dice que no, que era Santandereana, pertenecía a una tribu de gitanos colombianos.
Mi hermana Gloria vive en España y, no tiene recuerdos de la Gitana del Amazonas, me describió a la Gran Gitana española, Lola Flores: Tenía voz rota, carácter y muy bella. Es, exactamente, como la describe quienes la conocieron; Pedro Beltrán, trozuda de una carcajada abierta y Bernal intentó, varias veces, descubrir si era verdad que no usaba calzones.
Con mis años nuevos la espiaba desde los palos de pumarrosa cuando se sentaba en el Parador Ticuna, a leer cartas y vender collares, me intrigaba cómo podía guardar tantos billetes entre los senos con una gracia que sólo volvía a ver en las películas Francesas de cabaret. Sin investigar, creo que ella vivió aquí porque aún entre gitanos no podía ser libre, en Leticia vivió como quiso, aún entre tanto embolatado con la biblia.
Janeth Souza me contó que cuando niña le causaba miedo, por lo extraña. Vivió la Gitana, un tiempo, al lado de su casa. Estando la mamá de Janeth en embarazo, el olor a tabaco le molestaba y, cuenta la madre de Janeth, le pidió a María la Gitana que no fumara, ella muy gentil le respondió. -Tranquila mi señora que yo entiendo la situación embarazosa.
Esa es mi Gitana. Estoy pendiente de una invitación a la casa de José Panduro y Georgina Viana, quienes ya recibieron la segunda dosis contra el Covid-19, para investigar las andanzas de María la Gitana, y una tertulia con varios que dicen que comprobaron que no usaba calzones, vamos a ver si se les cree, después le cuento en qué termina el cuento.
Lo cierto es que era Gitana y vivió hace unos 50 años en Leticia. Una Gitana sola, algo poco común, pues estas mujeres suelen vivir en sus comunidades.
¿Fue expulsada de su tribu de gitanos? ¿Huía? ¿Qué la llevó a Leticia? ¿Que triste historia la hizo volar tan lejos desde España … o simplemente quería ser libre? Se pregunta mi hermana Gloria.
Quien tenga datos de la Gitana del Amazonas, puede escribirme al correo: camungo68@hotmail.com