Los Estados Unidos ha despertado, en mi caso, una amalgama de admiración y recelo, como aquella mujer bonita que uno encuentra en la barra de alguna taberna y nos da juego; baila sensual, inteligente para conversar, paga ella misma sus bebidas, graciosa…y en una de sus idas al baño, uno se queda pensando: ¿qué malo se traerá?
Por una invitación del Departamento de Estado de los Estados Unidos, inicialmente, fuimos a Washington DC; allí conocimos parte del actuar del Congreso norteamericano y algo que me dejó extasiado por su belleza, la cual ni los griegos llegaron a implementar con sus academias, gimnasios o escuelas: cada congresista contaba con el respaldo de alguna universidad de prestigio para la toma de decisiones. O por lo menos los que visitamos. No tomaban decisiones si éstas no pasaban por el filtro de las universidades. Así, para definir la política de mares, o la política energética; inclusive, cómo enfrentar la situación económica y social de los ancianatos o asilos.
Un sociólogo, profesor universitario, asesoraba a una comisión del Congreso, para buscar una posible solución; éste profesor, en busca de una alternativa, viajó a Latinoamérica. La idea del profesor, para enfrentar la problemática de los ancianitos en EE.UU era latinizar un poco más el concepto de familia entre los anglosajones norteamericanos. Los abuelos son fundamentales en las familias y un desecho en las casas de reposo. Me quedé extasiado por esta amalgama de política y ciencia, pero vino la ida al baño….
En Cleveland, Ohio, una octogenaria guía nos llevó a conocer la casa de un gran hombre; al llegar a la casa, con un orgullo patrio que parecía rejuvenecerla a quinceañera y olvidar toda diplomacia, nos dijo: aquí vivió el hombre que nos consiguió el Canal de Panamá, el Secretario de Estado, el señor…… (se los dejo de tarea, en Google). Lo cierto es que todos los latinoamericanos que estábamos en esa visita guiada nos miramos, y la panameña de nuestro grupo no estalló porque al mirarme, solté una risotada, que la octogenaria guía celebró con pases de baile. Y todo terminó en risas por nuestra arrugada guía y en burlas por su desabrida danza, como desquite por la verdad que no puede ocultar la historia.
Es admiración y recelo. Pero me quedo hoy con la admiración por los norteamericanos; cuando me quiero desquitar de ellos, escucho al cantante argentino-colombiano Pieroy su canción: “Los Americanos”.
En estos días cruciales para Colombia, debemos buscar salidas y una de ellas es el papel de las universidades. Sé que nada es perfecto bajo el cielo, y si lo es, le buscamos algún “pero”; como mi admiración y recelo por la nación norteamericana; sin embargo, de ellos debemos aprender; no copiar sino adaptar y mejorar el sistema de funcionamiento social.
La propuesta de éste soñador es la siguiente: el Fiscal General de la Nación, el Procurador, el Contralor, el Defensor del Pueblo, para nombrar unos cuantos ejemplos de los que equilibran los poderes, deben ser escogidos, los precandidatos, por las universidades; éstas darán cuatro candidatos luego de una evaluación rigurosa y académica de su vida y actuar profesional; claro, candidatos con diferentes visiones profesionales, ésto para ofrecer diversidad a la escogencia. Y será el pueblo quien por elección escoja, entre las opciones, al funcionario. Es la idea general; requiere detalles aquí y allá, y solo tengo ochocientas palabras para escribir esta columna.
Lo que logramos es evitar funcionarios de los órganos de control, que sean amigos “de bolsillo” y con las peores hojas de vida. La academia se jugará su prestigio, nacional e internacional, ante sus otros pares. Al gobierno o a los gremios les quedará difícil meter las manos en esta selección. Además, esta elección será por campaña en televisión, radio prensa e internet, regladas en dos presentaciones por medio no superiores a una hora, y no habrá plaza pública para no volverla un festival de comilona y regalos. El Fiscal, a manera de ejemplo, no le debería nada al Congreso ni al Presidente.
El Presidente electo nombrará a sus ministros de la siguiente manera: entre los partidos y grupos que lo apoyaron en su campaña y, por consiguiente, en su visión de gobierno; los cuales tienen derecho a participar en su administración. Esos grupos enviarán al sector universitario las hojas de vida, ellos las evaluarán y le darán al Presidente tres nombres de los cuales elegirá al ministro o ministra; además, estarán encargadas de un seguimiento, asesoramiento externo al ministerio con sus respectivas academias o facultades: salud, ingeniería, economía, cultura …etc.
Si, sé qué ha estado pensando mientras lee, pero ¿cuáles universidades? ¿quién escoge estás universidades? A manera de idea, grosso modo, las primeras doce universidades en el escalafón nacional, y éstas deben invitar a una universidad extranjera como garante de mayor imparcialidad.
No es descabellado que las academias rodeen las decisiones de la sociedad a través del Estado. Busquemos nuestro propio modelo. Equilibremos los poderes y evitemos los contubernios de la politiquería. Las universidades y las academias han estado alejadas de las decisiones y ha pasado un poco como aquellos señores de traje blanco que atraviesan por un barrial sin salpicarse de lama. Es ahora, es el momento, cuando la fuente del conocimiento de nuestro país debe entrar a equilibrar los poderes.



