- La llegada de los días cálidos, después de muchos meses muy fríos, provoca en Alemania una reacción colectiva muy parecida a la de un carnaval.
Los días fríos empiezan a veces tan temprano como en septiembre y pueden prolongarse, como en ésta ocasión, hasta finales de mayo. ¡9 meses! 9 meses fríos, que para los alemanes es normal, siempre han vivido con eso. Ellos dicen que la cuestión no está en lo que dice el termómetro sino en cómo uno se viste para protegerse del frío. Pero cuando uno proviene de una ciudad donde todos nos ponemos chaqueta cuando la temperatura baja a 28 grados celsius o menos, no es tan simple.
Después de meses protegiéndome con ropa interior térmica, medias de lana, pullover, chaqueta, bufanda y un buen gorro, saliendo sólo cuando se hace necesario, viendo los parques casi permanentemente vacíos, tomando tabletas de vitamina D para no padecer una carencia por la falta de rayos solares, sosteniendo el ánimo con la esperanza, súbitamente un día amanece el cielo azul, el sol brilla de nuevo y la temperatura sube a 17 o 18 grados.
Automáticamente cambia el ánimo, las sonrisas fluyen, se sienten ganas de salir. Entonces se hace necesario buscar debajo de la cama la maleta con los shorts, las camisetas y las abarcas, guardadas allí con un par de lágrimas desde el septiembre pasado.
Y los parques están ahora repletos de gente mayor sonriente, adultos en vestidos de baño tomando el sol sobre el césped, jóvenes haciendo deporte, niños corriendo por todos lados y perros tras ellos. Todo el que me cruzo en el camino me saluda sonriente, a nadie le importa un tropiezo y por las impertinencias de mi perro me devuelven una amplia sonrisa. Hay una sensación colectiva de festividad que es inocultable.
Confieso que siempre pensé que la letra de la canción «Here comes the sun» de los Beatles se trataba de una figura literaria y que se refería a la ausencia de alguien, hasta que empecé a vivir la nostalgia de los días cálidos y entendí que realmente es literal, que el sol se extraña intensamente. También entiendo mejor ahora porque las estaciones han sido durante siglos motivo de inspiración para infinidad de artistas europeos.
Y para ellos es complicado entender que nosotros no tenemos estaciones. Cuando me preguntan cómo es el otoño o la primavera en Colombia y les digo que allá no existen las estaciones, me miran perplejos, piensan algunos segundos y me repiten la pregunta, pensando que tal vez no la entendí.
Entonces pienso: ¡No sabemos la fortuna que tenemos! Podríamos tener una mejor calidad de vida que acá… Sólo necesitamos tomar las decisiones correctas.