Falta menos de un año para que los colombianos participemos de manera democrática en la elección y conformación del Congreso de la República. Se siente en el ambiente de la política regional la movida de los partidos y movimientos políticos para la conformación de las listas de candidatos que disputarán las curules en el Congreso; todo esto, con el fin de lograr un mayor respaldo popular en sus aspiraciones.
Este ejercicio democrático es válido y legítimo. Todo partido y movimiento político tiene vocación de poder. El proceso democrático y electoral, se desarrollará en un contexto socioeconómico, complejo y adverso, sin antecedentes recientes en la política colombiana.
Lo anterior, tiene que ver con el impacto devastador de la Covid-19 en la economía y condiciones de vida de millones de colombianos; en particular, los más vulnerables. Lo anterior, quedó evidenciado en las cifras aportadas recientemente por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la pobreza en Colombia a finales de 2020, subió 5.1 puntos desde el 29% de 2019 a 34,1% en 2020. De cada 100 personas, 34 se unieron a los estándares de pobreza multidimensional en el país. La informalidad será del 46% en enero de 2021, y la tasa de desempleo del 17,23%. Todo ello, sumado a un PIB 2020 de 6.8%.
Estos datos estadísticos evidencian un retroceso social en materia de desarrollo humano. Este contexto social adverso, requiere liderazgos, ideas y propuestas que se traduzcan en acciones transformadoras; de ahí la importancia de elegir los mejores candidatos con aspiraciones de llegar al Congreso de la República. Que estos puedan estar a la altura y exigencia del momento histórico del país. Necesitamos un Congreso que delibere y construya las leyes que la sociedad espera para superar las necesidades e inequidades sociales. Cabe indicar que, el momento que vive el país exige de los partidos y movimientos políticos articularse con la sociedad.
Es evidente la desconexión existente entre el país político y el país nacional; partidos que se especializaron en ganar elecciones con métodos clientelistas y politiqueros; práctica arraigada en muchas regiones de la geografía nacional; pero, desconectados socialmente de la realidad del país; lo que condenó a gran parte de la población a estar sumergida en la pobreza. Por ello, necesitamos programas y proyectos de región y nación que se materialicen a través de reformas legislativas.
Requerimos de congresistas que impulsen la construcción de una Nación donde quepamos todos; que legislen para un país que necesita leyes que conduzcan a grandes reformas sociales, que generen cambios estructurales; los cuales han sido postergados por décadas. Son muchos los retos que tendrá que enfrentar el nuevo Congreso de cara a las reformas que el país exige y necesita; tales como: reactivación económica, impulso al empleo, salud pública, activación del agro y educación, entre otras. Por consiguiente, las próximas elecciones, no solo será elegir a quienes conducirán la institución responsable de hacer las leyes de la república; sino de quienes serán los mejores para conformarlo y hacer viable las reformas de la sociedad colombiana.
La viabilidad de lo descrito, será responsabilidad del constituyente primario; vale decir, de la ciudadanía, la cual, debe decidirse de manera libre y consciente por quienes tendrán la responsabilidad de legislar en pro del bienestar de este país; además, hacer posible una sociedad justa y equitativa.
Esperamos que quienes aspiren asumir este liderazgo y responsabilidad, lo hagan con una visión futurista. Necesitamos una generación de líderes con ímpetu propositivo; con una memoria clara y consciente de no repetir las prácticas del pasado, esas que han empobrecido al país. Auguro lo mejor a quienes aspiren a ser elegidos; desde ya, los invito a trabajar por Colombia.