La asperísima lucha de las calles, acompañada de la lucha por la presidencia en el año 2022, con la peligrosa bipolarización política y social es sin dudas un coctel explosivo que lleva al absurdo de una confrontación violenta que desafortunadamente ha quitado la vida a demasiada gente. El epíteto “S.O.S. nos están matando” volvió a lo de siempre “S.O.S. nos estamos matando”.
Además asistimos complacidos a un vacío de ideas y debates que permitirían conocer el país que cada pre-candidato sueña con sus propuestas para la economía, salud, educación, desarrollo, y valores por los cuales cada uno está dispuesto a no abdicar, además de la intransigencia de las partes para sentarse y dialogar esgrimiendo posiciones que, más que unir, dividen.
Pero lo que es más escandaloso e inadmisible es catalogar muertos buenos o malos según las ideologías o los bandos a que pertenecen.
El ministro del Interior Daniel Palacios, dijo que es necesario acabar con el imaginario que algunos tienen sobre que existen muertos buenos y muertos malos durante las manifestaciones. Para Palacios, las víctimas de la violencia, sean ciudadanos o miembros de la Fuerza Pública, deben dolernos a todos por igual. “Como país debemos llegar a otro acuerdo y es acabar la retórica de que existen muertos buenos y muertos malos, en la que existen heridos buenos y heridos malos. Como colombianos, como Estado y como Gobierno, nos duele cada uno de las personas que han sido víctimas de la violencia”, señaló.
Desde 1960 hasta nuestros días tenemos que lamentar la muerte de miles y miles de colombianos asesinados por pensar diferente, por defender sus ideales, por defender a los más indefensables, por soñar una mejor sociedad. Las muertes que pesan sobre las guerrillas, el paramilitarismo, el narcotráfico o el mismo Estado no dejan de avergonzarnos a todos.
Más nos debe avergonzar cuando nos alegramos de la muerte de un ser humano porque es de la llamada “primera línea”, vándalo, Fuerza del Estado o un simple civil inocente. No significa ser consecuente con los excesos de las fuerzas del orden o con los actos vandálicos que solo han destruido el pan de miles de personas y agudizado aún más la frágil situación económica de nuestro país.
La complacencia de la sociedad por la muerte de un ciudadano que se haya equivocado, o por ser ideológicamente contrario a mis ideales, contribuye a la impunidad y convierte el homicidio en una opción altamente peligrosa.
No podemos olvidar que el valor de la vida es sagrado. Una sociedad que entra en una dinámica en la que uno se alegra por un muerto, porque es ideológicamente diferente que yo, no hace más que señalar que la muerte es una opción, lo cual peligrosísimo.
El sentimiento de Schadenfreude es cada día más evidente en las páginas sociales, comunicación social y en las expresiones de varios exponentes de la vida política y pública de nuestra amada Nación. Sabiendo que Schadenfreude es una palabra del alemán que designa el sentimiento de alegría o satisfacción generado por el sufrimiento, infelicidad, muerte o humillación del otro, podemos afirmar que son muy pocos los que no tienen ese sentimiento y que impide una verdadera reconciliación nacional y que al contrario fomentan la división, el odio y el rencor. Que Dios nos ayude.