Un amigo mío me dio tremendo susto. Me escribió diciéndome que yo no estaba en la lista. Y yo, que estoy en espera de un negocio, me puse pálido. Menos mal que mi amigo se refería a “La Lista de Arana”.
Mi amigo, en cambio, estaba feliz. Un tío suyo apareció encabezado la lista de los primeros veinte, en la que el exgobernador de Sucre, trata de salvarse al declarar ante la JEP. “La Lista de Arana”., sin duda, no es nueva y con ella, más allá del show mediático, no pasará nada. Tampoco se agotará el lomotil en Sucre. Esto, para muchos, es fiesta.
Sucre, que al final parece encontrar su verdadera vocación, “la de la cultura del Disfrute”, con 102 kilómetros de playa y seis subregiones hermosas y polivalentes, ya ha pasado por cosas peores.
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Aquí lo importante es la valentía de la familia Diaz Chamorro, que, a pesar de las adversidades y las amenazas, logró que el caso del ex alcalde de El Roble, Eudaldo Diaz, no quedará impune. Parecía una lucha desigual de David con el monstruo de Goliat, en una sociedad altamente penetrada por la politiquería, que es una mafia más grande que el narcoparamilitarismo o que la narcoguerrilla. Aquí, cuando mataron a la fiscal Yolanda Paternina, quien osara desafiar aquella mafia, estaba perdido. Si tenía una sentencia de muerte, nada podía hacer. Uno no sabía con quién estaba hablando. Todos estábamos infiltrados.
Lo que sucedió en Sucre fue tan grave que esta “Lista de Arana”, es apenas sólo un pequeño eslabón de la gran cadena de hechos punibles en un Departamento que para muchos estuvo fallido por años. Todavía muchos no saben cómo lograron atravesar aquel túnel oscuro y salieron airosos, quizás tirándoselas de locos, cuando un revólver siempre apuntaba a sus cabezas.
La historia no se ha escrito todavía. La política, así como se llevaba destruyó a más de 300 familias, la mayoría gente de bien, que hoy, en medio de la pandemia que pulveriza todos los registros, están atravesando momentos de angustia, porque el infierno no es en el purgatorio, sino aquí mismo.
Apenas esto es un éxito de la justicia, la cual parece ir a la par del Covid-19, que también hace su trabajo, poniendo a todos por igual. Es apenas una parte y ojalá que se aprenda la lección. Para algunos políticos, hacer lo que hicieron, era una fiesta. Se hacía apología al delito. Incluso, a un famoso paramilitar, un diario local lo único que faltó fue que le hiciera el cuestionario Proust, como si se tratase de una estrella de cine.
Algunos políticos que perdieron la unidad familiar, que fueron a la cárcel o que vieron perder a sus hijos de diferentes maneras, hoy se dan cuenta cual equivocado estuvieron. Nunca debieron salir del mostrador donde vendían las telas, o haber dejado el negocio de compra y venta de tabaco o de castrar cerdos y cabalgar la sabana. O de trasegar caminos con el estetoscopio.
La política no es para acumular riqueza. Es para servir y buscar los satisfacientes de las comunidades y la lección no será para quienes un día dejaron de ser quienes eran para irse detrás del poder y la vida de la tramoya, sino para los votantes en donde reside el verdadero problema, porque en el fondo, todos aspiran a marcar una pared y aparecer en un afiche.
En cada sucreño hay un político frustrado y con excepción de algunos, esa manera de impostar la voz y de decir discursos repetitivos, con algunas frases y palabras de cajón, ni les luce y lo peor es que no se ve nada nuevo entre quienes quieren renovar la política, porque más allá de enrostrar el rosario de necesidades, no salen líderes de opinión visibles, ni propuestas interesantes, como tampoco saben interpretar nuestra cultura, que conlleva a resaltar nuestros íconos y tener más sentido de pertenencia en este tesoro de belleza sin igual.
Bueno, pero algo es algo. A veces el castigo moral, es mas severo que en las urnas.