En la actualidad son las ciudades las que dirigen el futuro de toda una región. En las siguientes tres décadas se contempla que más del 65 por ciento de la población global vivirá en grandes urbes, según expresa un informe de la Organización para las Naciones Unidad, ONU. Con el crecimiento vertiginoso de las ciudades se hace vital encontrar mejores formas de ampliar estas poblaciones y los servicios que ellas requieren para su desarrollo.
En países como: Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia, algunas de sus ciudades densamente pobladas consumen dos tercios de la energía mundial y producen una proporción similar de las emisiones de carbono situando a las capitales en el centro del debate referente al cambio climático.
La pregunta es ¿cómo desarrollar una infraestructura eléctrica que sea rentable y mantenga la calidad de vida permitiendo la integración de nuevas fuentes de energías renovables como la eólica y la solar para poder reducir el impacto de nuestras ciudades en el medio ambiente?
Los departamentos de La Guajira y Cesar en plena costa Caribe Colombiana reúnen todas las características para abrirle paso a la transición hacia la generación de energías limpias. En estas regiones la velocidad del viento es el doble que la del promedio mundial como lo expresa uno de los estudios cartográficos realizados por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, además, de contar con una de las luminosidades más altas. El potencial de recursos eólicos y solares puede ser mayor que el potencial hídrico a nivel nacional.
Las inversiones estimadas para el desarrollo de parques eólicos y granjas solares en Colombia, se calcularon para el año 2019, entre US$1.300 y US$1.800 millones trayendo consigo una reducción aproximada de tres millones de toneladas de CO2, equivalente a la siembra de seis millones de árboles.
En el siglo XX, el gas y el carbón dominaban la producción de energía distribuida a través de redes centralizadas dónde fluía desde la planta al consumidor de manera directa. A pesar de que la demanda de carbón se ha reducido notoriamente, reflejado en los precios del mineral a escala mundial, es inimaginable pensar que a futuro el precio de este mineral se mantendrá, por ello se debe acelerar la transición a las energías alternativas.
En pleno siglo XXI estos departamentos geográfica y atmosféricamente bendecidos por la naturaleza se les siguen extrayendo carbón. El impacto en el medio ambiente ha sido notorio con la creación de tormentas e incendios forestales y el incremento en la temperatura situación que se transforma en la exigencia inmediata de un nuevo sistema de redes eléctricas y más novedosas. ¿Pero cómo darle uso nacional al carbón en las regiones más pobres de nuestro país desde ahora y cuando la demanda mundial no siga siendo la misma?
Aunque en el país se aúnan esfuerzos para esta transición energética, se debe pensar, ¿qué hacer con la materia prima del carbón frente a los índices de pobreza nacional? Estos departamentos con altas tasas de pobreza deben ser una oportunidad para el crecimiento de diferentes sectores socioeconómicos con el aprovechamiento in situ del carbón. Es decir, las grandes termoeléctricas del país deben venir a La Guajira y al Cesar para el aprovechamiento del recurso en la generación de energía.
Es ilógicamente pensable que nosotros como país productor de carbón se ofrezca ese mineral al mundo pero las familias en la Costa Caribe sufren por la deficiente oferta energética. No se trata de desechar el coque, es fundamental potencializar estos departamentos combinando la matriz energética carbón, sol y aire.
El Cesar debe intensificar la ejecución de proyectos solares, así como, La Guajira en energía eólica debido a que en estas zonas, los altos niveles de irradiación permiten generar fuerza entre los seis y siete kilovatios hora por metro cuadrado al día, siendo este departamento el que registra la mayor concentración en aire y sol agregando al sistema eléctrico regional la instalación de termoeléctricas para la producción de energía térmica.



