La dictadura de Daniel Ortega no cesa sus ataques contra la iglesia católica. La vejación y presidio de Monseñor Álvarez, fue precedido por el congelamiento de las cuentas bancarias de organizaciones civiles de la iglesia católica abocadas a prestar servicios de educación, alimentación y salud a los hogares que están dentro de la línea de la pobreza absoluta. Luego se les suspendió la personería jurídica a todas esas entidades.
Como broche de oro, el régimen de Ortega expulsó a la orden de la Madre Teresa de Calcuta del país, “por estar involucrada en actividades subversivas”, y desde luego que tenía razón en describir las conductas transparentes, solidarias y caritativas como subversivas, porque ofrecen contraste con el saqueo que el régimen perpetra contra Nicaragua, el abuso que propina a sus habitantes y la muerte de la libertad que viene ejecutando desde hace más de un decenio.
“En Nicaragua priva la impunidad y el régimen tiene sumido al país en un estado de excepción de facto. Tememos por la vida de monseñor Rolando José Álvarez, también por la vida de las presas y los presos políticos inocentes. Ya son dos hermanos que mueren estando en la cárcel en manos del régimen.
No permitamos que muera uno más”, indica una carta firmada por más de 60 organizaciones católicas enviada la semana pasada al Papa Francisco en la que también reprochan “la persecución y el odio del régimen contra la iglesia católica” que no tiene ninguna justificación.
Pero sin duda lo que más ha destacado de la misiva ha sido el clamor al Vaticano: “No nos dejen solos, escuchen nuestra palabra”. El resultado fue que en la madrugada del 18 de agosto entraron y secuestraron a Monseñor Rolando José junto con los seminaristas, sacerdotes y laicos que ahí se encontraban y el silencio de las autoridades del Vaticano y del Papa Francisco.
Católicos, personalidades, periodistas y otros, han extrañado el silencio y hermetismo del Papa Francisco ante la persecución perpetrada a la Iglesia Católica de Nicaragua.
Rodrigo Guerra López, Secretario del Pontificio Consejo para América Latina dijo que, “un silencio papal no significa inactividad o falta de decisión, no, nada de eso; significa que se están trabajando en otros planos. Y en el momento en que el Santo Padre vea prudente, por supuesto, tendrá una intervención”.
Y al respecto agregó: “A mí no me extrañaría que después del encarcelamiento del obispo Rolando Álvarez, a lo mejor el domingo (cuando presidirá el Ángelus) el Papa nos regale algún primer comentario. La Santa Sede, principalmente trabaja en la diplomacia discreta”. Y agregó a que estemos “atentos al silencio orante del Papa, que nunca es un silencio apático, sino es el silencio de un pastor que vela por su pueblo antes que por las posiciones ideológicas”.
Creo que el silencio del Papa es un silencio operante por un lado, prudente y protector por el otro, para evitar una mayor tragedia. Pero el mundo (sobre todo el mundo Católico), que con razón, comienza a impacientarse, está en la expectativa de un pronunciamiento contundente del sumo Pontífice que ya peca por tardío.
Termino esta nota con otro silencio y seguramente ideológico, el silencio del Gobierno Nacional de Colombia y su injustificable inasistencia en la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA que condenó la violación de los derechos humanos y la persecución de la Iglesia Católica en Nicaragua.
Guardar silencio frente a la tiranía, a la violación de derechos humanos, persecución de Instituciones y violación de la libertad de culto sea donde esas sucedan, es una aberrante complicidad. El Gobierno fue llamado al Congreso para explicar su ausencia y silencio.