Esta semana uno de los temas candentes es el pago de impuesto que deberían pagar las iglesias. No voy adentrarme en el manejo económico de otras iglesias que no conozco, pero sí hablar de cómo se entiende la economía dentro de la Iglesia Católica.
La Iglesia católica destina parte de sus recursos económicos principalmente a cinco áreas: 1) sostener al clero y a sus ministros, 2) al ejercicio de su apostolado en diversas formas y en distintos ámbitos de la vida pública, 3) mantener el culto y las actividades religiosas (se incluye la conservación de los templos y obras que la Iglesia administra así como el sueldo de los laicos contratados para ayudar en ello). Pero la gran parte de los recursos son destinados a acciones pastorales, caritativas, formativas y de promoción social. Centrémonos en este último punto pues suele ser el más olvidado por todos los que desean golpear la Iglesia Católica.
La Iglesia llega a todos los rincones del mundo, pero muy especialmente en aquellos lugares donde el Estado los tienen totalmente abandonados y olvidados. Ahí gracias a la labor incansable de misioneros y misioneras, sacerdotes, religiosos y religiosas, se levantan escuelas, centros de salud, centros culturales, droguerías, comedores etc, totalmente autofinanciados con donativos y con lo que llamamos en la Iglesia Católica una economía solidaria.
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Como todo, y en todas las Instituciones del mundo, desafortunadamente, algunos miembros de la Iglesia Católica han hecho un uso equivocado de los recursos y caído en las garras de la corrupción. Pero gracias a Dios, son casos puntuales.
En el Vaticano, Las Diócesis, Congregaciones Religiosas y Parroquias los recursos, en su 90%, son las ofrendas voluntarias de los feligreses. Nadie es obligado a poner la monedita en el cestico en la misa dominical, como nadie es obligado a diezmar. Todo nace desde la consciencia y generosidad de las personas que pueden o desean ofrendar y diezmar.
Es cierto que hay Parroquias y Diócesis que tienen mayores recursos que otras. En la economía solidaria, las que tienen mayores recursos ayudan a las que no tienen recursos por estar ubicadas en zonas de extrema pobreza. En esas periferias donde existe tanta pobreza, es donde se ubican la gran mayoría de las obras sociales de la Iglesia Católica en el mundo.
En las Congregaciones Religiosas, como los Claretianos, Dominicos, Franciscanos, etc, también sucede lo mismo. Las obras misioneras son financiadas con la ayuda de las limosnas y las obras sociales que ayudan a financiar otras realidades que no tienen recursos.
Por ejemplo en un colegio católico religioso privado de estrato cinco sus recursos deben alcanzar para pagar todos los estamentos administrativos de la respectiva Institución y los lucros son destinados a la caja mayor de la Comunidad Religiosa que se encarga de distribuirlas para ayudar las obras misioneras donde no hay ningún tipo de recursos. Eso se llama economía solidaria.
El religioso no tiene sueldo, y muchos párrocos deben pagar de su propio bolsillo su salud y pensión además del mantenimiento de todas las estructuras a su cargo, su propia alimentación y créame algunos pasan tantas necesidades y persecuciones.
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Es una (des) propositada ignorancia cuando se habla de impuestos y se olvida de todo lo que la Iglesia Católica hace por los olvidados de la sociedad y del Estado. En esos lugares donde el Estado no llega, ahí encontrarán una obra misionera o eclesial que ayuda a los más vulnerables en la más extrema pobreza y sin ningún ánimo de lucro, sin financiamiento estatal y con la ayuda solidaria de la misma Iglesia.
Me extraña señor Alberto Lineros su completa amnesia sobre este tema. Y no me extraña que un sector ideológico de nuestra sociedad utilice este tema y otros temas para iniciar una campaña con el fin de denegrir y desprestigiar a la Iglesia Católica y de modo muy especial al clero y religioso y religiosas.