La reciente convocatoria para la dirección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) en Bolívar ha despertado varias inquietudes, principalmente relacionadas con la transparencia en la valoración de los candidatos. Al revisar los requisitos y el sistema de calificación, surge una pregunta clave: ¿se están siguiendo los criterios de manera justa o existe algún tipo de manipulación política?
El sistema de calificación es claro en cuanto a los criterios: la experiencia y la formación académica se valoran con un máximo de 10 puntos cada uno, sumando un total de 20 puntos, lo que representa el 100% de la valoración de antecedentes. Según las bases de la convocatoria, la formación académica se evalúa según el nivel alcanzado, donde el doctorado otorga el máximo de 10 puntos. Sin embargo, si un candidato no posee este título, la puntuación máxima posible es de 8 puntos. Al sumar esta cifra a la experiencia, un candidato sin doctorado alcanzaría un 90% del puntaje total. Esto plantea una duda legítima: ¿De dónde proviene el 10% adicional que permite alcanzar la puntuación perfecta?
Lo que genera aún más preocupación es que los dos candidatos mejor posicionados en el concurso, con la máxima puntuación, están vinculados a conocidas casas políticas del departamento. Estas mismas fuerzas han estado en una pugna constante por controlar dependencias públicas claves en Bolívar, lo que hace que el proceso de selección para este cargo tan sensible, responsable del bienestar de la infancia y las familias, esté bajo un manto de sospecha.
La publicación del listado de resultados, encabezado por figuras que parecen haber ocupado prácticamente todos los cargos públicos posibles, refuerza la percepción de que el concurso no está exento de influencias políticas. ¿Es realmente justo que los intereses políticos sigan permeando espacios que deberían estar destinados al servicio público desinteresado?
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Es fundamental que las autoridades nacionales del ICBF revisen a fondo estas inconsistencias y garanticen que el proceso de selección esté libre de interferencias externas. El Instituto, cuya misión es la protección y el bienestar de los más vulnerables, no puede permitirse ser utilizado como moneda de cambio por quienes solo buscan mantener el control político en el departamento. Para asegurar que la infancia y las familias reciban la atención que merecen, es imperativo que las decisiones se tomen basadas en la capacidad y el mérito, no en los intereses políticos.
Solo así se podrá garantizar que quienes lideren instituciones tan cruciales lo hagan con la integridad y compromiso que la sociedad demanda.