Tolú no tiene dolientes. Los Mellos, hijos de mi prima Narcisa Barragán y de Jaime Zúñiga —conocido popularmente como Pabilo—, se dedican con éxito a la pesca artesanal. Aprovechan las redes sociales para compartir videos de sus faenas en altamar. Esta semana publicaron uno en el que denuncian algo que debería llamar la atención del alcalde Wilmer Pérez y de CARSUCRE, la corporación ambiental del departamento: el robo sistemático de arena de nuestras playas.
Sí, el saqueo de arena en Tolú ha sido histórico. Se ha hecho a plena luz del día, sin sanción, mientras la comunidad guarda un silencio cómplice. Es un atentado contra el turismo, contra el medio ambiente y contra nuestro futuro.
Hoy Tolú ha perdido gran parte de su playa principal a causa de la erosión marina, acelerada por esa extracción indiscriminada de arena que muchos usan para construir casas. ¿Y qué hemos hecho como sociedad? Nada. El toludeño, mi paisano, tristemente se ha vuelto conformista. Hay una enorme falta de sentido de pertenencia. Nada parece importar.
Siempre hemos sido víctimas del clientelismo, de la corrupción y de la compra de votos en cada elección. No es lógico que Coveñas —que fue corregimiento de Tolú— hoy sea un destino turístico moderno, limpio y atractivo, mientras Tolú ha pasado a un segundo plano. Basta con mirar al pasado para recordar la calidad humana de nuestros abuelos y su capacidad de trabajo como campesinos y pescadores. Esa huella se ha ido borrando con el paso del tiempo.
Tolú no se ha dejado contaminar —positivamente— del empuje de los antioqueños. Tenemos las Playas del Francés y las de Palo Blanco, pero no se promocionan ni se cuidan. Dejamos desaparecer el “Sirenato del Mar”, un evento que en su momento tuvo reconocimiento nacional. Duele ver cómo un pueblo ubicado en pleno centro del Golfo de Morrosquillo, con tanto potencial, se ha quedado congelado en el tiempo.
Tolú necesita una ciudadanía activa, participativa, con amor por su tierra. Mientras tanto, la juventud se pierde en las drogas en los barrios populares y no existen políticas públicas que permitan recuperar el tejido social. ¿Y si Tolú no tuviera mar? Nadie vendría. El mar es lo único que nos queda como atractivo.
Solo nos queda la memoria del Tolú de antaño y de sus personajes. Recordamos al terrateniente Julián Patrón, a quien el gran escritor y periodista nacido en Lorica, Córdoba, David Sánchez Juliao le dedicó una obra titulada Aquí yace Julián Patrón. A Héctor Rojas Herazo, quien escribió una de las novelas fundamentales de la literatura colombiana, En noviembre llega el arzobispo, y fue compañero del Nobel Gabriel García Márquez cuando ambos trabajaban como periodistas en Cartagena de Indias. También a Tonny Zúñiga y a Migue Navas Meisel, político e ingeniero agrónomo que fue alcalde de Tolú en 1969 y más tarde gobernador del departamento de Bolívar.
Tolú tiene hoy cerca de 36.000 habitantes, según el DANE. Muchos son profesionales egresados de buenas universidades, pero no les gusta la política ni asumen liderazgo. Salvo contadas excepciones, como los doctores Rogelio Camacho y Ricardo Patrón, médicos que atienden con o sin dinero a los más necesitados.
Tolú merece una segunda oportunidad. Pero para que eso sea posible, se necesitan alcaldes con visión, como el exalcalde Alfredo Yemail. También hay dos toludeños muy valiosos que quisieron ser alcaldes y merecen mención: el doctor Álvaro Navas y el intelectual Nicolás Contreras. Con tres buenos alcaldes consecutivos, Tolú puede volver a brillar. Pero primero debemos despertar como ciudadanía. Porque si el mar no nos despierta, entonces, ¿Qué más lo hará?