Durante siglos, la maternidad ha sido vista como un destino inevitable para las mujeres. Frases como “cuando seas mamá lo entenderás” siguen repitiéndose en reuniones familiares, y no falta la tía que pregunta: “¿y para cuándo el bebé?”. La sociedad ha insistido en que la realización femenina está ligada a la crianza, como si la vida de una mujer sin hijos estuviera incompleta. Sin embargo, cada vez más mujeres alzan la voz para recordar algo fundamental: la maternidad no es una obligación, es una elección.
Decidir no tener hijos no debería interpretarse como un acto de egoísmo, rebeldía o falta de sensibilidad. Por el contrario, muchas mujeres que eligen no ser madres lo hacen tras una profunda reflexión sobre lo que implica la crianza: tiempo, recursos, energía emocional, estabilidad laboral y de pareja, e incluso impacto ambiental. Reconocer estas variables y optar por otro camino es un ejercicio de responsabilidad personal y social.
A pesar de ello, la presión cultural sigue siendo abrumadora. Una mujer que expresa su decisión de no ser madre suele enfrentarse a frases como: “ya cambiarás de opinión”, “¿y quién te cuidará cuando seas vieja?”, o “no sabes lo que te pierdes”. Estas expresiones enmascaran un mandato patriarcal que presenta la maternidad como el único rol legítimo y pleno para las mujeres, invisibilizando otros proyectos de vida igualmente valiosos: profesionales, artísticos, comunitarios o simplemente personales.
Desde la medicina, también es necesario contribuir a este cambio de mirada. No todas las consultas ginecológicas deben girar en torno a la fertilidad o el embarazo. Hablar de anticoncepción a largo plazo, salud sexual no reproductiva y bienestar integral son pasos para reconocer la autonomía de cada mujer. Además, entender que la maternidad forzada —ya sea por presión social o falta de acceso a métodos anticonceptivos— puede tener graves consecuencias para la salud física y emocional.
Las estadísticas muestran que las tasas de natalidad están disminuyendo en muchos países, incluido Colombia. Cada vez más mujeres deciden postergar o renunciar a la maternidad. Esto no significa que amen menos, que sean menos solidarias o que estén “incompletas”. Significa, simplemente, que buscan construir una vida coherente con sus deseos y posibilidades.
Defender el derecho a no ser madre es, en esencia, defender la libertad de elegir. Así como acompañamos y celebramos a quienes sueñan con gestar y parir, también debemos respetar a quienes sueñan con otros caminos. La maternidad debe ser un acto consciente, no un mandato impuesto.
Quizás algún día dejemos de preguntar “¿para cuándo el bebé?” y empecemos a preguntar algo mucho más valioso: “¿Qué te hace feliz?”. Porque la felicidad no siempre viene en forma de cuna y pañales. Y porque la vida de una mujer merece respeto y plenitud en todas sus versiones.



