Esta Colombia nuestra nunca deja de sorprendernos. Es un país atípico, con personajes folclóricos y hasta bufonescos. Basta mirar la pintoresca lista de más de 60 aspirantes a la Presidencia de la República.
Ahí está, por ejemplo, la periodista Vicky Dávila, tan seria cuando inició su carrera, hoy convertida en una pálida fotografía de lo que fue. Da pesar verla en público, incapaz de hilar un buen discurso. Luce tan elemental que produce pena ajena.
Y está también el bufón, ateo y provocador, que en su juventud usaba gatos para sus “experimentos”, enviándolos al espacio sideral. Hoy pronuncia discursos grandilocuentes, convencido de que va a arreglar el país con la asesoría de Polo Polo, cuya presencia en el Congreso aún resulta inexplicable.
¿Acaso se nos ha olvidado que esta tierra parió grandes hombres como Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo, Alberto Lleras Camargo y Luis Carlos Galán?
Hoy, grandes celebridades y líderes intelectuales se abstienen de aspirar a la Presidencia por el estigma de la política clientelista que contamina a nuestro país. Incluso las universidades públicas no se salvan: mafias compran votos en la elección de rectores, corrompiendo el espíritu crítico de los estudiantes.
No es posible que el futuro de la patria se contamine en su adolescencia. Las universidades deberían blindarse contra la politiquería para que pueda nacer el hombre nuevo que redima al pueblo colombiano. Ciudadanos verdaderos, capaces de comprender la importancia de organizar conversatorios y conferencias para sensibilizar tanto al campesino en las zonas rurales como al citadino en las grandes ciudades.
La democracia más antigua de América Latina aún no sabe votar. Debemos dejar atrás el fanatismo y renunciar al clientelismo que quebranta la libertad del ciudadano de elegir y ser elegido.
Pero para que eso sea posible, las autoridades deben ser inflexibles y evitar casos como el del alcalde de Barranquilla, Álex Char, y la llamada “Casa Blanca”. Recordemos que Aida Merlano fue condenada por compra de votos, mientras su financiador y amante sigue ejerciendo como alcalde “impoluto”.
Tampoco podemos seguir eligiendo un Congreso permeado por la corrupción. Efraín Cepeda, expresidente del Senado, lleva más de 10 años en el Congreso ganando 45 millones de pesos mensuales. Ha convertido su curul en un paseo y ahora pretende aspirar a la Presidencia. ¿Con qué méritos? En cualquier otro país no obtendría ni un solo voto. ¡Ya basta! No podemos permitir que la politiquería siga robándose a Colombia.
Las elecciones de 2026 serán la oportunidad para cambiar nuestra conducta como ciudadanos. Y aunque existen varias definiciones de política, me acojo a esta síntesis: La política es el arte de gobernar para servir a los ciudadanos, desde el más humilde hasta el más encopetado.



