Son las 4 am del 20 de marzo de 2020, prendo la radio y el locutor solemne recuerda que el decreto de emergencia establece “los adultos mayores deben confinarse porque están en la escala del máximo riesgo”, lo apago de inmediato. Hoy a mis 71 años ya estoy en el 6° día de activo y riguroso confinamiento; elijo el silencio, el canto de las aves y el rocío.
Busco en el piano de Erik Satie el sosiego y el ritmo pero la explosión de un transformador de esquina todo lo apaga, sin luz, todo se agrava, incluso esta inusual reflexión cargada de incertidumbre. Corro a conectarme al oxígeno que escasea en la bala de emergencia.
Anoche al cierre, el conteo de infectados y fallecidos creció en el mundo y también en Colombia los casos y el desacato a las medidas de contención ordenadas por la autoridad. La temeridad o el desafío al enemigo invisible capaz de destruirnos masivamente, además de inadmisible y sancionable, refleja quiénes somos como individuos y sociedad. El tiempo es de solidaridad no de egoísmos, irresponsabilidad e inconsciencia. Siento orgullo al informarme que con 10 casos en la ciudad el toque de queda se está cumpliendo.
La tragedia que vive Italia con sus más de 41.035 infectados y 3.405 fallecidos es consecuencia de la flexibilidad en la toma y acatamiento de las decisiones. Por eso preocupan las imágenes de los supermercados o las terminales de transporte abarrotadas, porque es no entender que la proximidad eleva el riesgo de todos y que la capacidad hospitalaria para atender la curva ascendente del Covid-19 es insuficiente.
Esta pandemia de un día para otro nos cambió para siempre, todo en la sociedad humana se afectó y obliga a ligar el padecimiento con la crisis climática, la otra pandemia que sigue matando gente y especies de calor, frío, enterramiento o ahogo, y exige que esta reacción mundial también se dinamice y se cumplan los compromisos de descontaminar, parar la deforestación y la “rapidación” de que habla el papa Francisco.
Efectivamente el ritmo de todo cambió, la velocidad de la actividad económica está bloqueada o a media marcha. La industria turística es la gran víctima, los aviones están en tierra y ya se anuncian quiebras. Nadie quiere cruceros en sus puertos y los hoteles, centros de convenciones, restaurantes, cines, bares, discotecas y hasta los moteles están en veremos. La Organización Internacional del Trabajo -OIT – anuncia a futuro la pérdida de 25 millones de empleos en el mundo y si no se actúa con rapidez las consecuencias serán desastrosas.
Por las medidas de orden público ordenadas con razón por los mandatarios locales y regionales, tardío el presidente quiso asumir un liderazgo que él y su partido perdieron en las elecciones de octubre. Lo respeto -dijo Dau – pero a mí me eligieron los cartageneros, ¡habrá toque de queda! Disfrútenlo reflexionando y amándose en familia.