Es mucho lo que hemos aprendido en un momento cósmico que como humanidad no vaticinamos, un momento que veíamos posible solo a través de tramas de ficción. Sin embargo, lo que nos queda por aprender trasciende lo científico, tiene que ver con lo básico. Es increíble que sea el sentido común lo que nos está fallando en esta etapa tan adentrada del cronograma.
Ya tenemos clarísimo que vacunas, tratamientos efectivos y puntuales están en el horno y varios se han quemado en la puerta, o están mejorando su formulación para evitar que la cura no sea peor que la enfermedad, lo que apunta a que están a una distancia indeterminada, y aún así, lo que puede salvarnos la vida son acciones tan sencillas como: lavarnos bien las manos, no tocarnos bajo ninguna circunstancia el rostro mientras estemos en espacios ajenos al nuestro y con las manos sucias (ojos y nariz especialmente), ponernos tapabocas, o mascarillas, guardar la distancia social y evitar agruparnos.
Pero evidentemente hemos aprendido a conocer lo testarudos que podemos ser como especie, la tarea tan titánica que supone habituarnos a nuevas cotidianidades, al cambio de hábitos y costumbres; es que muchos creen tener el poder de blindarse frente a un elemento microscópico retando al destino, y tristemente a veces quienes pagan las consecuencias no son los inconscientes que pululan, sino, los miembros de su entorno más cercano que quedan a la voluntad del destino indefensos frente a un premio gordo de desgracia inevitable.
Si le sumamos a lo anterior la anarquía informativa de redes sociales, que gozan hoy de predilección por las comunidades, interesadas en el morbo del miedo, ante la rutina abrumadora de existencias monótonas, que prefieren sobrellevar la vida a retar el intelecto y poner en práctica ese lugar común llamado hoy, reinvención. Es comprensible, la fabula y el poder de las historias seducen, distraen y producen vértigo y adrenalina a bajo costo, pero este momento precisa lo contrario, precisa sensatez, gallardía para contribuir con la sociedad de la manera más sencilla y heredada gracias del legado de los mayores y que hoy parece en desuso, la cortesía.
Practicando la cortesía nos tomaríamos mayor tiempo disfrutando de la individualidad, sabiendo que esta es una potente arma para quitarle fuerza a los contagios, y también un puente sólido para ese abrazo certero del futuro.
Ya es suficiente con las personas que tienen que anteponer el subsistir al cuidado, la pandemia ha dejado en evidencia a la apariencia y esta avergonzada por mantener su estatus nos está poniendo en riesgo. Está en nuestras manos cuidarnos y cuidar a los que amamos, de nada valdrá culpar al Estado cuando no de abasto el sistema de salud, a la larga hasta eso hemos olvidado, que somos parte del Estado como individuos y sociedad, y que somos el primer eslabón de la cadena que pueden contener una tragedia mayor.
No pensemos, actuemos hacia el autocuidado, tomemos conciencia de que los responsables de lo que vivimos hoy somos nosotros mismos, y si algún día podemos retomar la vida como era, ahí si podremos buscar a los responsables, pero habiendo aprendido la lección con humildad.
Perfil del columnista: Santiago Giraldo es Comunicador Social – Periodista egresado de la Universidad de Antioquia (2002). Actualmente se desempeña como director de entretenimiento del canal internacional de noticias NTN24, donde también ejerce como director, periodista y presentador del programa Flash Fashion. Por sus cuestionarios han pasado importantes figuras del la cultura, el arte, la música y las letras.