El sábado 22 de febrero del año pasado empezó la misión “Regreso a Casa” con el objetivo de traer a 13 colombianos que se encontraban en la ciudad de Wuhan, China. El día 27 de febrero arribó el Boeing 767, Júpiter al aeropuerto de Catam, Bogotá, con los 13 colombianos. ¿Pero no somos capaces de hacer lo mismo en casa?.
Nos bombardearon, literalmente, con datos de toda índole, desde lo que comió el capitán de la nave, antes de despegar, hasta la forma como desinfectaron a Júpiter con equipos ultramodernos para aspersión con peróxido de hidrógeno. No hay científico en el mundo que nos diga que no sirve el agua con “Decol”, y apunta de manguera. Pero no, tiene que ser peróxido de hidrógeno, más costoso y de nombre estrafalario; el simple hipoclorito de sodio hubiese dado igual resultado.
Un paréntesis, no es publicidad, es con ese nombre, “Decol”, que conocen al hipoclorito de sodio la mayoría de los colombianos y por lo menos lleva, con decoro , el “Col” de nuestra patria.
Aquí donde vivo, las brasileras usan el peróxido de hidrógeno para dejar los vellitos de las piernas y las nalgas de color “monito”; puede ser que la intención era que Júpiter, cuando posara en países del norte, tuviese un color más amonado, menos latino.
La verdad, es que no sé cuantos litros de combustibles se tragó Júpiter; solo puede volar mi imaginación, con el valor de la gasolina; pienso cuántos vuelos Bogotá-Leticia se podrían enviar.
Para no ser cansón, fue sopa, seco y postre con los detalles de la misión de rescate, a la altura de cualquier país de primer mundo. Nosotros, quedarnos atrás, ni por el chiras. Colombia cruzó el Mundo para traer a esos colombianos.
Y, con toda esa experiencia adquirida, no somos capaces de organizar vuelos humanitarios, (medianamente humanitarios, pues hay que pagar el pasaje y es lo correcto) de más de 500 amazonenses y personas que viven en Leticia, pero están en Bogotá por diversas razones; algunos planearon un viaje por una semana, otros remitidos por cuestiones de salud. niños, ancianos, varios de ellos en albergues después de cirugías realizadas en Bogotá, salieron de los hospitales con ansias de llegar a casa, pero sin lograrlo, pues están atrapados en la capital y otras ciudades colombianas. Personas que se quedaron sin dinero por esa retención anticonstitucional y separatista, debido al miedo a la supuesta agresividad de la variante Brasilera del Covid-19, la cual hasta hoy ningún equipo de investigadores serios ha demostrado.
Brasil es un infierno por esa variante agresiva, dicen algunos. Lo cierto es que Brasil y en especial Manaus, supuestamente, canceló el carnaval oficial; sin embargo, en los barrios, en las favelas (vaya a ver si entra la policía a parar una fiesta de carnaval en una favela) en las cuadras y en las casas se “carnavaleo” sin que lo viéramos en televisión . Como buenos humanos, no deseamos reconocer nuestros errores, mejor es culpar a la agresividad de la variante. Lo mismo nos pasó con navidad y fin de año. Espero no suceda con la Semana Santa. Comiencen a contar 14 días desde el Domingo de resurrección, para que vean cuántos terminan en hospitalización sin poder resucitar; ¿a quién le vamos a echar la Culpa? A Dios y la variante Brasilera.
Esa carreta seudocientífica llevó al cierre de los vuelos de pasajeros desde y hacia Leticia. Familias separadas, personas arrimadas sin poder pagar una posada, aguantando necesidades y hambre; pero como no hay un vuelo a la China que genere pantalla internacional, no somos capaces de organizar la misión humanitaria: Retorno a Casa Verde. Déjenlos que se rebusquen, que se defiendan; no tenemos una nave Júpiter para colombianos en Colombia; mejor, sí tenemos, pero es para cosas grandes, no para habitantes del sur.
De igual forma conozco y atiendo pacientes con patologías oncológicas sin poder viajar a Bogotá a sus controles, pues no es una urgencia. Pacientes pendientes de un cateterismo cardíaco para liberarlos de un posible infarto, en Leticia, esperando se abra el aeropuerto, con el corazón sostenido en una mano.
No hay argumentos de peso con base en evidencia científica; el sentido común tampoco avala mantener toda una población en un Apartheid sanitario, como si se tratara de leprosos de la Edad Media. Recuerdo a mi tío Isaías:“Mijo, separen ese ganado enfermo de los otros y cierre el portillo”.
Si el Estado colombiano no es capaz de organizar los vuelos humanitarios para y desde Leticia, entonces que permita la apertura del aeropuerto de una forma inteligente con pruebas para los pasajeros.
La Gobernación, la Alcaldía y el gremio de empresarios, golpeados económicamente por el cierre del aeropuerto, deben formar una alianza que garanticen los exámenes de laboratorio a los viajeros y los mismos viajeros deben participar en garantizar dichas pruebas. Alternativas coherentes y basadas en ciencia, con antecedentes en otros países, como los Asiáticos, existen; pero que no condene a quienes hacen patria en el Amazonas, a vivir con el apartheid que no se basa en el color de la piel sino fundamentado en la desgracia de ser frontera.