La llegada del virus aceleró la forma en que percibíamos la realidad, efectivamente la costumbre a realizar las actividades diarias va de la mano a la forma en que hemos aprendido a desarrollarlas, al limitar la interacción social y llamar a la virtualidad como estrategia para frenar el avance del contagio y lograr resolver problemas asociados a la red hospitalaria.
Nos arrojó a un nuevo enfoque que ha terminado por modificar los marcos mentales, ya vivíamos en medio de dos realidades, aun cuando hasta ese momento esa segunda realidad estaba enfocada principalmente al tema social, con una presencialidad fuerte en redes que abrieron el espectro y de cierta forma nos permitieron ágilmente emprender nuestras actividades laborales y escolares en línea desde nuestros hogares.
Sin embargo, el rezago en temas de conectividad ha limitado la dinamización de algunos sectores del comercio y de intercambio de servicios, los que si se han beneficiado es el sector de la economía naranja, las empresas de la industria cultural y de desarrollo tecnológico viene demostrando que nada la ataja, hasta el punto de lograr que empresas que en antaño se establecían en algunos territorios por beneficios tributarios han decidido migrar a ciudades que brindan nuevas alternativas, “la gente creativa” viene marcando esa diferenciación que día a día se ha convertido en la piedra angular al momento de establecer estrategias de localización.
La creatividad entendida como un proceso social que permite la concentración de mentes inquietas que se dedican en grupo a buscar nuevos desarrollos, la cultura ciertamente puede influir en diferentes aspectos del desarrollo local, en esto toma vital importancia el que los territorios pasen de la difusión a el fomento de la creación y la producción, dándole importancia desde la intervención pública a la Industria cultural.
Hoy se vive en un mundo que ha ido pasando de la economía de la manufactura a la economía del conocimiento que a diferencia de su predecesora se basa en la producción de intangibles, crear y exportar contenido, generar riqueza a partir del acto creador, fuertemente ligado a la recuperación de tradicionales culturales como la representación ancestral de muestras artesanales, musicales, gastronómica generando enclaves de turismo que terminan dinamizando el “aprender y conocer” como eje fundamental en la expectativa de nuevas vivencias.
Para llegar a este escenario lo primero que debe darse es un verdadero compromiso con la educación, entendiendo que la calidad es mucho más que simple infraestructura de salones en colegios que parecen cárceles, bajo un sistema que premia la memoria y producción de saberes, creando valor añadido, que luego pueda ser fácilmente complementado con estrategias territoriales que terminen fomentando el emprendimiento, mucho se habla de que formamos empleados y pocos son los empresarios e industriales que salen de las escuelas públicas, además de ello muy poco es lo que se destina realmente al acompañamiento y fortalecimiento de nichos de producción que permitirían crear diferenciación al tiempo de empleo formal de calidad.
Algunas ciudades son apetecidas por su riqueza cultural, atrayendo a jóvenes entusiastas que persiguen sueños distintos a los de nuestra generación que deseábamos ser exitosos arquitectos, ingenieros, médicos o abogados, nuestros hijos sueñan con ser desarrolladores de juegos, app, e incluso enseñar a otros sus trucos en YouTube, algunos han logrado ingresos que pensábamos imposibles sin trabajar duro por más de 8 horas diarias, toda una revolución tecnológica y cultural está sucediendo y ellos la están aprovechando sin que nuestros gobernantes logren siquiera identificar en esta nueva realidad elementos detonantes del desarrollo, para potenciar y facilitar nuevos nichos de producción y creación.
El auge tecnológico reflejado en el rápido avance de veloces procesadores, impresoras 3D y los multimateriales con la apuesta por la manufactura personalizada, desde complicadas maquetas hasta la impresión de prótesis humanas o piezas de reemplazo de cualquier equipo o mobiliario, un sinfín de opciones empiezan a estar disponibles; los drones o aviones no tripulados revolucionando el transporte, los sistemas de vigilancia y seguridad urbana, la aspersión agrícola, la vigilancia y monitoreo en hatos ganaderos; el internet de las cosas permitiendo la interacción y el intercambio en tiempo real de información y necesidades a ser atendidas arrojando otro nicho de opciones pues se habla de la necesidad de producción de miles de millones de sensores, una industria que el año pasado movió nueve trillones de dólares.
Nuestros territorios deben emprender rápidamente la apuesta por resolver la baja conectividad, fomentar el acceso a la tecnología desde la escuela, transformar el enfoque educativo para que las artes y la tecnología empiecen a ser parte del proceso de enseñanza, más allá de simples asignaturas de relleno que poco aportan al enriquecimiento del poder creador.
La globalidad hoy se viene materializando rápidamente, y ante ello debemos tener afianzadas nuestra identidad, revalorizando las tradiciones y aprovechando al máximo la riqueza cultural enfocada a la producción de la industria creativa.