Luego de haber recorrido las inhóspitas áreas de inundación en el corazón de la Mojana, viviendo en carne propia las inclemencias de la naturaleza por falta de agua, comida y medicamentos, me dirigí a casa con la esperanza de poder descansar un poco y regresar al día siguiente con el grupo de voluntarios que libran una batalla rescatando damnificados en medio de las aguas que arrasan con esta zona de la geografía colombiana.
Son las nueve de la noche cuando irrumpe un grupo de mujeres pidiendo auxilio debido a que en su vereda un menor fue mordido por una serpiente y se encuentra en delicado estado de salud. Me dirijo al lugar de los hechos donde presencio una escena de dolor, frustración y rabia por la falta de atención en salud que vive la población de la Mojana.
En una hamaca húmeda y aun sucia de lodo reviso a Moisés** de unos 9 años de edad quien sangra por sus encías y tiene zonas de necrosis en su pierna derecha, clínicamente con signos de falla sistémica (termino médico para referirnos a un estado grave de enfermedad), sin ningún soporte médico, solo algunos emplastos y bebidas que algún curandero le ha recetado.
Ningún médico atendió el paciente en las primeras horas que son cruciales por los desenlaces fatales que acarrea el retraso en el manejo antiofídico y el compromiso de órganos vitales como cerebro, corazón y riñones.
Les pregunto a los familiares el porque lo tienen en estas condiciones y no en un hospital y la respuesta me deja aún más estupefacto; “Docto acá no hay médico ni ambulancia para sacarlo”. Me relatan que a peso de canalete lo pudieron trasladar desde su pequeña parcela en las entrañas del Caño Rabón.
El puesto de salud de la Sierpe, que es uno de los corregimientos más grandes de la región, no tiene médico desde hace unos diez años a pesar de haber sido inaugurado con bombos y platillos terminó convirtiéndose en un elefante blanco de los muchos que abundan en la zona y ni que hablar del hospital de Majagual que en situaciones precarias trata de solventar las necesidades de la población con escasez de medicamentos, personal y serios problemas de infraestructura que son el fruto de las pésimas administraciones adquiridas como favores políticos.
En San Marcos se encuentra el hospital regional que lleva su mismo nombre a quien le dedique una columna especial no por ser el sitio de atención de aproximadamente el 80% de la población de la Mojana, sino por la intervención de la Superintendencia Nacional de Salud luego de que se detectaran serias irregularidades que ponen en riesgo la atención de los pacientes.
Entre las perlas que menciona el ente de control está el incumplimiento en los estándares del talento humano, infraestructura, dotación y mantenimiento, además no cumple con el pago oportuno de los salarios y las prestaciones sociales de sus trabajadores y como si fuese poco los pacientes deben comprar hasta las jeringas para las inyecciones y ni qué decir del sistema de referencia el cual está cerrado en la red de atención a mayores niveles de complejidad por los líos monetarios con las entidades prestadoras de salud ( EPS ).
La catástrofe de la salud en Sucre que afecta vidas como la de Moisés es una vergüenza debido a que mientras la población sigue muriendo de enfermedades prevenibles y tratables, los lideres siguen firmado contratos a diestra y siniestra como lo revela la última investigación de la Fiscalía General de la Nación que imputó cargos a cuatro funcionarios de la Gobernación por haber contribuido con el pago millonario por aparentes servicios de salud a pacientes con enfermedades mentales y adicción a las drogas que nunca existieron ¡mandan cascara!.
Esto es solo la punta del iceberg de un sistema permeado por corrupción, politiquería y favores personales que han llevado a Sucre a lo más profundo del océano social y ha impactado negativamente el desarrollo de nuestra región convirtiéndose en un agravante a la precaria situación que viven mis coterráneos.