Hace seis días, Julio, el capataz de la finca Samaria, en San Marcos, a tres horas en carro desde Sincelejo, oyó la voz de su patrón, el ganadero y folclorista Ismael Vergara del Castillo, conocido mundialmente como “Pey”.
Julio, el hombre de confianza de “Pey”, en sus doce años de trabajo al frente de la ganadería nunca había escuchado la voz de su patrón tan nítida, de modo que terminó de tragarse la totuma de café que saboreaba y salió al vestíbulo y pudo verlo de espaldas, sin camisa, a unos cincuenta metros.
Era, sin duda su patrón, pero la visión se alcanforó ante sus ojos claros. En ese momento le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, desde la punta del dedo gordo del pie, hasta la punta del último cabello de su bella cabeza. El mundo le daba vueltas.
A esa hora, tres de la tarde, en Sampues, Sucre, “Pey” Vergara hacia su ingreso triunfal a la finca Los Ángeles, de su amigo Juan Carlos Fernández, tomado de la mano de su esposa Rosita Macareno. Era el 19 de noviembre de 2021, día histórico para el folclore y la cultura del Caribe. Unas cien personas amantes de la cultura, en la primera integración sabanero-vallenata, promovida por MSF, música sin fronteras, hacían calle de honor a Vergara del Castillo, quien como todo un artista, había llegado de último.
El aplauso fue tan grande que se escuchó hasta en Valledupar e hizo un efecto mágico en la finca Samaria, dónde hubo un revoloteo de guacamayas y treinta micos silvestres que “Pey” protege en su finca, empezaron a saltar de rama en rama.
Lamentablemente, después de aquel primer encuentro, “Pey” no pudo continuar en la ruta, porque Rosita cayó enferma y debe cuidarse por sus problemas de salud, por una enfermedad que ni pica ni rasca ni mortifica, pero que quita las ganas de trabajar. Ay que ricura de enfermedad, dice Adolfo Pacheco, en la diabetes de Carmelo.
Pasada la euforia por la exitosa correduría en la sabana, “Pey”, por cuya cabeza atraviesa la geografía musical del zuletismo en Sucre, continuó su labor de ganadero exitoso, mientras maneja las riendas de las relaciones públicas con sus amigos a la perfección.
“Pey” estaba contento, porque en la última semana le adelantó la quincena navideña a sus trabajadores, Rosita se mejoró de sus quebrantos de salud y en Samaria nacieron ocho nuevos terneros.
Y para mayor felicidad, su amigo Poncho Zuleta sostiene por estos días en sus hombros los andamiajes más puros del folclore vallenato, con su nuevo CD con Cocha Molina, quienes fueron exaltados con medallas de oro y plata, por el Concejo de Medellín.
“Pey” es, sin duda un hombre feliz, manejando unas relaciones humanas de excelente calidad con quienes son o no son sus amigos. Su nombre siempre ha Sido sinónimo de decoro y buenas costumbres. Una especie de sustento del folclore.
Pero algo sonaba desafinado en el ambiente. Julio, con quien se comunica todos los días, su hombre de confianza, estaba extraño. La visión de días atrás no lo dejaba tranquilo. ¿Acaso “Pey” se iba a morir y estaba recogiendo sus pasos?
Al fin, el jueves 25 de noviembre, Julio reveló la visión y “Pey”, que es un cristiano de tiempo completo, un católico que cumple los mandamientos, confesó que está tranquilo, porque es un hombre de Dios y cumple día a día con los deberes supremos de un hombre de bien y organizado.
El próximo 26 de diciembre, cuando esté cumpliendo 66 años, hará su fiesta sin estridencias y cantando una canción de Poncho Zuleta, aquella que dice que el ciento por ciento de su vida, se lo ha dedicado a este folclore y sabe, como Adolfo Pacheco, que todo el que canta, es como si rezare una oración.