Cartagena de Indias enfrenta una alarmante y creciente ola de violencia que parece no tener freno. Los recientes hechos ocurridos en el barrio La María, uno de los sectores más azotados por la criminalidad, dejan claro que la delincuencia está ganando terreno, mientras las autoridades parecen rezagadas en su capacidad de respuesta.
En solo 24 horas, se cometieron dos homicidios selectivos en la ciudad, siendo el último de ellos la noche del 24 de marzo. Este crimen se suma al número creciente de muertes violentas, alcanzando el homicidio número 16 del mes de marzo, de los cuales 12 han sido perpetrados mediante la modalidad de sicariato.
La creciente cifra de homicidios, en su mayoría vinculados a organizaciones criminales, pone en evidencia serias dudas sobre la efectividad de las estrategias de seguridad implementadas por la administración distrital y las autoridades encargadas. Las medidas adoptadas hasta ahora parecen no estar a la altura de la magnitud del problema.
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Uno de los puntos más cuestionados es la gestión de la Secretaría del Interior, cuyo papel en la coordinación y ejecución de las políticas de seguridad sigue siendo ambiguo y limitado. Aunque hace algunos meses se anunciaron refuerzos policiales y el lanzamiento del “Plan Titán” como respuesta a la creciente violencia, los resultados a largo plazo han sido decepcionantes. Este plan, que se presentó como una solución clave para garantizar la seguridad en las zonas más afectadas, no ha logrado frenar el aumento de los homicidios ni mejorar la percepción de seguridad de los ciudadanos.
En la práctica, la implementación del “Plan Titán” ha sido insuficiente y carece de una estrategia coherente para atacar las causas profundas de la violencia. Aunque el aumento del número de uniformados en las calles ha sido notable, esto no ha tenido un impacto real en la reducción de los homicidios. En las últimas semanas, se ha registrado una serie de asesinatos en áreas que parecen completamente fuera del control de las autoridades.
La aparición recurrente de sicarios, que cometen sus crímenes con total impunidad, revela una desconexión entre las políticas de seguridad y la realidad en las calles. La facilidad con la que operan estos grupos criminales, como lo demuestra el reciente caso de homicidios ocurridos en plena vía pública durante la noche, deja claro que la Policía Metropolitana no está logrando contener el avance de la delincuencia.
Además, la falta de acción efectiva para capturar a los responsables agrava aún más la situación. En muchos de los casos recientes, los sicarios han escapado sin que las autoridades logren detenerlos, lo que pone de manifiesto la ineficacia de los operativos de seguridad. Aunque se reportan algunas capturas, los cabecillas de estas organizaciones criminales siguen libres, perpetuando un ciclo de violencia que parece interminable.
La situación en la capital de Bolívar exige una reflexión profunda sobre las estrategias de seguridad implementadas hasta el momento. La violencia constante y los homicidios selectivos en zonas como La María no pueden ser considerados meros incidentes aislados; son síntomas de una problemática estructural que requiere ser abordada con urgencia.
Las autoridades, especialmente la Secretaría del Interior, deben rendir cuentas sobre la eficacia de los planes de seguridad y replantear sus enfoques ante una violencia que sigue cobrando vidas en la ciudad.
Si el “Plan Titán” y el refuerzo policial no logran frenar la violencia, es necesario explorar alternativas más efectivas y creativas que involucren a la comunidad, la sociedad civil y los jóvenes en la lucha contra el crimen. De lo contrario, Cartagena de Indias podría perder más que su imagen como ciudad turística: podría perder la paz que aún resiste en sus rincones más afectados por la criminalidad.