En la defensa a la institucionalidad no se pueden escudar las deficientes y lamentables actuaciones policiales. Al contrario, es mandato de la fuerza pública, como institución, actuar bajo los principios de proporcionalidad en el uso de la fuerza, que además, solo debe ser empleada como último recurso.
El ESMAD, cuyas actuaciones en momentos particulares han reducido la confianza en el cuerpo, son, o deben ser, los expertos en usar la fuerza bajo los principios de proporcionalidad en las protestas. El armamento usado por el ESMAD, es variado y de menor impacto, precisamente para contener alteraciones al orden público de tal manera que la vida de los manifestantes se proteja.
La desconfianza de distintos sectores de la ciudadanía no se puede ignorar. El miedo no nace de la nada, sino por experiencias pasadas en las que la juventud de Colombia ha sido atacada, siendo el caso más conocido la muerte de Dilan Cruz.
A fecha de este 5 de mayo, van 24 muertos en las protestas, 11 de estas en actuaciones policiales que deben ser investigadas. Ya hay evidencia de hechos donde el ESMAD dispara contra protestantes no armados, que es un uso desmesurado de la violencia. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, y organizaciones internacionales como la Unión Europea, han prendido las alarmas acerca del abuso policial en Colombia.
La Policía está para proteger la vida de los colombianos, ante aquellas organizaciones criminales que por su naturaleza son una constante amenaza ante nuestra seguridad. Para eso durante esta protesta se han desarrollado numerosas operaciones, que han llevado a 553 capturas, de las cuales 538 han sido en flagrancia. La legitimidad de esta y otras actuaciones, radica en la actuación protocolaria de la fuerza pública.
Las protestas en Colombia, como en otros países, pueden tornarse en un desafío a la autoridad y al orden en distintos grados, desde protestantes que bloquean vías hasta vándalos que se infiltran en las manifestaciones.
La labor de la Fuerza Pública está en recuperar el orden mediante el desescalamiento de la violencia. Cuando ante piedras de protestantes, la respuesta es con disparos, hay una intensificación de la violencia, y una violación del principio de proporcionalidad. Es una medida desmesurada que viola los derechos humanos. Nunca se puede decir ´´eso está bueno´´ porque hay otros protocolos para restaurar el orden público sin violar el más fundamental de los derechos: la vida. Cuya protección se basa en la más alta de nuestras virtudes, qué es la compasión por el otro ser humano.
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