En un mundo azotado por pandemias cada vez más frecuentes, un aliado silencioso podría marcar la diferencia entre la prevención y el desastre: los animales.
Mientras los titulares hablan de virus que cruzan fronteras y colapsan sistemas de salud, los veterinarios —a menudo invisibles para el gran público— levantan una barrera contra esas amenazas. No se trata solo de curar a nuestras mascotas, sino de protegernos a todos.
“El 70% de las enfermedades emergentes tienen origen animal. Y el 65% de las enfermedades infecciosas que afectan a los humanos son zoonóticas”, advierten desde el Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires (CVPBA). ¿La traducción? Lo que ocurre en el cuerpo de un animal puede afectar, y gravemente, al cuerpo de un humano.
Durante décadas, la medicina veterinaria fue relegada al mundo rural o doméstico. Sin embargo, los brotes de enfermedades como la gripe aviar, el ébola o el reciente COVID-19 —presuntamente originado en un mercado de animales en Wuhan— han dejado una lección clara: sin salud animal, no hay salud humana.
“Los veterinarios participamos en el control y erradicación de enfermedades en sistemas productivos, industriales, alimentarios y comerciales. Estamos en cada eslabón que conecta a los animales con los humanos”, aseguran desde el CVPBA.
El concepto de «Una Salud», promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), propone justamente eso: un abordaje integral que entienda la salud humana, la salud animal y la del ambiente como un solo ecosistema interdependiente.
La imagen del veterinario atendiendo a un perro o gato en una clínica queda corta. Hoy, estos profesionales son parte clave en la seguridad alimentaria, asesores en prácticas de cría, guardianes de la biodiversidad y actores fundamentales en la prevención de pandemias.
“Formamos parte de un equipo técnico que debe trabajar coordinadamente para reducir riesgos sanitarios globales. Nuestra responsabilidad va desde la granja hasta la mesa, y también al bosque, a los laboratorios y a las ciudades”, sostienen desde el CVPBA.
Más allá de la producción animal, la tenencia responsable en los hogares también tiene un rol vital. Los animales de compañía, si no están bien cuidados, pueden convertirse en eslabones de transmisión de enfermedades. Vacunación, desparasitación y control veterinario no son opcionales: son actos de salud pública.
“Cuidar a los animales con los que convivimos es cuidarnos a nosotros. Promover su bienestar físico y emocional es también un paso hacia una comunidad más ética, más consciente y más sana”, concluyen.
En la batalla contra las epidemias del siglo XXI, los animales no son el enemigo. Pero sí pueden ser el origen. Y allí está la clave: convertir la prevención en una política transversal que no ignore el papel de la sanidad animal. Cuidarlos es cuidarnos. Entenderlo a tiempo podría salvar millones de vidas.